(Carmen Margarita Brannon Vega, Armenia, 1899 - San Salvador, 1974) Poeta salvadoreña, una de las voces más sobresalientes de centroamericana del siglo XX. Hija de Peter Patrick Brannon, ingeniero norteamericano, y de la salvadoreña Carmen Vega Zelayandía, estudió en el colegio La Asunción de la ciudad de Santa Ana, donde la joven Claudia se decantó por los estudios humanísticos. Religión y poesía se vincularon en su casa para acrecentar su sensibilidad natural. Desde muy pronto recibió la influencia de los clásicos antiguos y españoles (Góngora, Quevedo, Fray Luis de León), así como la de los románticos ingleses y de Rubén Darío. También coincidió con algunos de sus paisanos, como el cuentista salvadoreño Salarrué.
Poetisa precoz, con diecisiete años publicó un breve poemario que pasó inadvertido: Tristes mirajes, que vio la luz gracias al mecenazgo del general y poeta Juan José Cañas, uno de sus primeros mentores. Por esa época Claudia Lars mantenía relaciones sentimentales con el poeta Salomón de la Selva. Pero en 1919, cuando habían ya formalizado su compromiso de matrimonio, el padre de Claudia decidió romper el vínculo y enviar a su hija a los Estados Unidos, a casa de unos familiares afincados en Pennsylvania. Allí conoció a Le Roy Beers, con quien se caso tras un breve período de noviazgo.
El premio que gano fu el premio de la orden nacional José Matías delgado
Ella murió en San Salvador en el año 1974.
Algunas de sus poesías:
Estrellas en el Pozo, (1934).
Romances de Norte y Sur, (1946).
El premio que gano fu el premio de la orden nacional José Matías delgado
Ella murió en San Salvador en el año 1974.
Algunas de sus poesías:
Estrellas en el Pozo, (1934).
Romances de Norte y Sur, (1946).
Sueño
Fui por el aire, tras la luz caída,
pisando signos y colores planos
y llevaba, desnuda, entre las manos,
la flor de ayer, alzando nueva vida.
Una paloma leve y abstraída
buscó la espiga de celestes granos
y en caminos profundos y lejanos
quedó mi propia forma detenida.
Derribadas murallas, botadura
de un nuevo corazón a la dulzura
y el miedo y el amor cruzando espadas .
A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde,
y la muerte, impasible, que se esconde
en reflejo de caras olvidadas.
Fui por el aire, tras la luz caída,
pisando signos y colores planos
y llevaba, desnuda, entre las manos,
la flor de ayer, alzando nueva vida.
Una paloma leve y abstraída
buscó la espiga de celestes granos
y en caminos profundos y lejanos
quedó mi propia forma detenida.
Derribadas murallas, botadura
de un nuevo corazón a la dulzura
y el miedo y el amor cruzando espadas .
A la deriva un ¡ay!... de no sé dónde,
y la muerte, impasible, que se esconde
en reflejo de caras olvidadas.
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